viernes, 13 de abril de 2012

Justo hace un año, mi amor,

veía tu carita de ángel por primera vez. Justo hace un año te abriste camino a través de mi para llegar a nuestras vidas y llenarlas de felicidad y risas. Justo hace un año te parí y me reconcilié con la vida por haberme dado la oportunidad de parirte como quise. ¡Qué parto tan bonito tuviste mi amor! Viniste al mundo rodeado de tanto amor, de tanta paz que aún hoy la respiro cuando te miro. 
Tuvimos un embarazo maravilloso. Tu padre y yo te concebimos un sábado después de unos cuantos whiskys de tu padre y dos mojitos míos, entre risas y complicidad. Lo recuerdo porque esa noche te soñé... un niño rubio con rizos... 

Pues como te decía, un embarazo sin náuseas, sin nada extraño... sólo con mi amiga diabetes gestacional pero que controlamos. Creciste mucho. Eras, como pudimos comprobar, un cachorrón del norte. Y te hiciste de rogar, porque tu hermano nació en la 37+5 pero tu estabas a gusto dentro de mamá y te esperaste casi, casi, a la 40, a falta de un día. El día anterior por la noche empecé con contracciones irregulares pero que no paraban. Tu padre, que es como es, insistía en ir al hospital porque aquello no era normal y como es taaaan pesado, al final fuimos... pa ná, porque tu esa noche no querías nacer; así que de vuelta a casa a dormir... y eso hice nada más llegar (eran las 3 de la mañana). 
Pero a las 07.00 ya me dijiste: mami, prepárate que voy, con la primera contracción nada más levantarme. Como eran irregulares, yo me puse a planchar y entre prenda y prenda me iba controlando tu papi. Planché toda la ropa y preparé el bolso para el hospital. Como con tu hermano, no preparé nada con antelación. A las 13.00 nos fuimos al hospital porque tenía cita con el oftalmólogo para hacerme un fondo de ojos por una hiperglucemia que había tenido  unos días antes pero fue entrar por la puerta del hospital, y darme una contracción que me dejó doblada en el sitio. Papá, nervioso, fue corriendo a buscar ayuda y yo diciéndole: tranquilo que se me pasa y ala! otra, y 1 minuto después, otra más. Me reía y decía: a que este me saca en las noticias por parir en la puerta del hospital. Tu padre me miraba entre esta mujer está loca o está delirando y no sabe lo que dice. Y yo más me reía. Al final vino un celador con silla de ruedas y me llevó a urgencias. Ingresé, me exploraron. 3 centímetros, te quedas. No, no, yo me voy a mi casa y dilato allí y vengo con 7. No, no, que tienes diabetes y a este niño hay que controlarlo... y claro, en cuanto te nombran y me dicen que te puede pasar algo me entra el miedo y me quedo. Pero creo que hice bien en quedarme. Porque la matrona que me atendió, Mercedes, hizo que todo fuese maravilloso. Qué respeto, qué empatía, qué dulzura! Lo primero que me pidió fue el plan de parto; se lo dí y sonreía mientras lo leía. Cuando terminó, me dijo: sabes cómo quieres parir, verdad? Pues vamos a conseguirlo. 
Aquí no hubo nada de lo que hubo en el parto de tu hermano: ni enemas, ni rasurados, ni monitorización interna, ni oxitocina química, ni rotura artificial de bolsa. Pude moverme todo lo que quise pero lo cierto y verdad es que fue sentarme en la pelota, y no moverme de allí más que para ir a hacer pis y cuando me tenían que explorar. El resto de posturas eran insoportables. Y así pasé las horas (porque fueron muchas!), dando botes. Entre medias leía, hablaba con tu padre o por teléfono con tu hermano que se había quedado con Virginia y Guille; o con tu tía que llamaba a ver cómo estaba, o con la nani... Recuerdo esas horas como unas horas divertidas... recuerdo que Mercedes flipaba. Cada vez que entraba me decía: porque veo las contracciones en el monitor, porque no parece que estés de parto. No quería que me explorasen pero después de 6 horas pedí un tacto a ver si la cosa marchaba pero estaba de 6 aún... necesitabas tiempo. Tus latidos sonaban fuertes, constantes pero sabía que, aunque lento, te ibas abriendo camino. Seguimos entre risas, me viene a la mente a papá bailando con aquella bata de papel imitando a Leonardo Dantés... jajaja había momentos que le tenía que decir que parase porque no podía concentrarme en las contracciones... eran cada vez más seguidas y dolían más. Ya se hizo de noche y Mercedes vino para decirnos que su turno terminaba... que le daba mucha pena irse porque le hubiese encantado verte nacer pero que el ritmo, al ser inconstante, podía hacer que durase tanto una hora como cuatro... así que me presentó a Oliver, que sería el matrón que nos ayudaría. Un matrón meticuloso, muy profesional y también muy dulce. Observó todos los parámetros, la gráfica completa de contracciones, los niveles de azúcar y me dió, como Mercedes, todo el tiempo del mundo para parir. Bajamos la luz y llamé a tu hermano por última vez esa noche para darle las buenas noches y decirle que le quería. A esa hora ya los contracciones iban a buen ritmo y dolían. Sentada en la pelota me apoyaba en la cama y cantaba mientras iba subiendo, dando botes para ayudarte a dilatar. Un rato más tarde vino Oliver para decirnos que tu latido no se escuchaba bien. Intentó colocar el monitor pero era irregular. Me cogió de la mano y me dijo: Silvia, tenemos que ver si las aguas están teñidas para que Yago no corra peligro. Me exploró y me dijo que ya estaba casi a término, en 9. Rompió bolsas y ¡menos mal! estaban claras. Tu seguías bien. Ahí terminaste de encajar porque notaba tu cráneo perfectamente en mi pelvis. Oliver nos volvió a dejar solos para seguir haciendo nuestra tarea sin interferencias. Solos papá, tu y yo. Papá me cogía las manos cuando venía una contracción y me masajeaba los riñones. Al poquito le dije: nene, este niño viene ya y llamó. Vino Alicia, porque Oliver estaba atendiendo un parto y no sabía lo que podría tardar. Ella me miró y me dijo que estaba en completa. Me trajo la silla de partos y allí empezó tu tarea más difícil: abrirte paso a través de mis huesos al exterior. Yo te hablaba, te tranquilizaba, te decía que cuando salieras iba a abrazarte fuerte. Empecé a sentirme incómoda en cuclillas. Se lo dije a Alicia y me dijo: quieres probar en la cama? Te la incorporo, quitamos la parte de abajo y te quedas sentada pero tienes una barra para agarrarte y empujar. Y así lo hicimos. Recuerdo vagamente lo que pasó después. Si me recuerdo fuerte, salvaje, bramando, aullando; pero no recuerdo ni a tu padre, ni a Alicia, ni a la auxiliar que había. Yo me metí en mi mundo, conecté contigo y simplemente te ayudé a salir. Hubo un momento en el que quemaba, el aro de fuego que hacía tu presencia aún más cercana y Alicia que me dijo: Silvia, está aquí, tócale la cabeza. En ese momento me vino la lucidez y le pedí que por favor no me hiciera episiotomía por nada del mundo y ya después te toqué. Tu cabecita. Ay mi amor, cómo lloré. Era blandita, húmeda, muy suave. Le pregunté a tu padre: ¿Es rubio? Y me dice: ¡qué va, menuda mata de pelo negro que tiene! Y le contesté: entonces no es el niño de mi sueño. Empujar, quería empujar. Alicia me pidió que respirase, despacio y fuese empujando controlando con la respiración. Una, dos, tres... tu cabeza estaba fuera pero eras taaan grande, que tus hombros se encajaron. Seguí respirando, empujando, respirando, controlando.... un empujón más y saliste de mi. Saliste a la vida gritando. Enseguida te pusieron encima y te miré, me miraste... y simplemente, me enamoré. Lloraba, reía, te besaba, te abrazaba, miraba a papá que te miraba embobado, me besaba y yo vuelta a besarte. ¡Qué bonito eras! Y eres, eh? ;o) Te hicieron el apgar encima, 9/10 y vino al ratito la pediatra a observarte porque al ser tan grande, había que controlar que todo estuviese bien. Te puso a mi lado y lo hizo todo sin yo perderte de vista. Estabas perfecto! Y volviste a mis brazos para no separarte ya nunca más. A los 15 minutos alumbré. Una placenta grande y perfecta. Tu alimento durante estos últimos 9 meses. No sé cuánto tiempo pasó hasta que nos subieron a planta. Al ratito vino Alicia con Oliver para felicitarme y conocerte. Alicia hasta me dió las gracias por un parto tan bonito... ¡con un bebé tan grande! 4.810 kilos; 53.5 cms. Sin epidural, sin episiotomía. Demostrando una vez más que la naturaleza es sabia y me había dado la capacidad para parirte sin oxitocina, sin episiotomía, sin prisas. Que tu hermano nació en 3 horas y tu necesitaste muchísimas más. Pero viniste al mundo como ojalá pudieran venir todos los niños. 
Mi amor, ¡ya tienes un añito! Gracias por elegirnos como padres. Gracias por darme la oportunidad de formar parte de tu vida. Te deseo sólo lo mejor de esta vida. Yo, por mi parte, espero poder estar siempre en tu camino para ayudarte cuando tropieces, cuando necesites un hombro, pero ahora vamos a disfrutarte. Te vivo cada día y te disfruto. Eres, junto con tu hermano, el 2º regalo más maravilloso que me hace la vida. 

¡Feliz cumpleaños pescaito! Te queremos un montón!!! ♥♥♥

¡Ah! Y sabes qué? Si eres el niño de mi sueño porque aquella mata de pelo negra que tenías al nacer... se ha convertido en una melenita medio rubia y con rizos que parecen serán tirabuzones! 

2 comentarios:

  1. Hermoso... ¡Felicidades!. Sabina.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias bonita! ♥ Me encantó verte el otro día! ;o) Abrazote!

      Eliminar