viernes, 13 de abril de 2012

Justo hace un año, mi amor,

veía tu carita de ángel por primera vez. Justo hace un año te abriste camino a través de mi para llegar a nuestras vidas y llenarlas de felicidad y risas. Justo hace un año te parí y me reconcilié con la vida por haberme dado la oportunidad de parirte como quise. ¡Qué parto tan bonito tuviste mi amor! Viniste al mundo rodeado de tanto amor, de tanta paz que aún hoy la respiro cuando te miro. 
Tuvimos un embarazo maravilloso. Tu padre y yo te concebimos un sábado después de unos cuantos whiskys de tu padre y dos mojitos míos, entre risas y complicidad. Lo recuerdo porque esa noche te soñé... un niño rubio con rizos... 

Pues como te decía, un embarazo sin náuseas, sin nada extraño... sólo con mi amiga diabetes gestacional pero que controlamos. Creciste mucho. Eras, como pudimos comprobar, un cachorrón del norte. Y te hiciste de rogar, porque tu hermano nació en la 37+5 pero tu estabas a gusto dentro de mamá y te esperaste casi, casi, a la 40, a falta de un día. El día anterior por la noche empecé con contracciones irregulares pero que no paraban. Tu padre, que es como es, insistía en ir al hospital porque aquello no era normal y como es taaaan pesado, al final fuimos... pa ná, porque tu esa noche no querías nacer; así que de vuelta a casa a dormir... y eso hice nada más llegar (eran las 3 de la mañana). 
Pero a las 07.00 ya me dijiste: mami, prepárate que voy, con la primera contracción nada más levantarme. Como eran irregulares, yo me puse a planchar y entre prenda y prenda me iba controlando tu papi. Planché toda la ropa y preparé el bolso para el hospital. Como con tu hermano, no preparé nada con antelación. A las 13.00 nos fuimos al hospital porque tenía cita con el oftalmólogo para hacerme un fondo de ojos por una hiperglucemia que había tenido  unos días antes pero fue entrar por la puerta del hospital, y darme una contracción que me dejó doblada en el sitio. Papá, nervioso, fue corriendo a buscar ayuda y yo diciéndole: tranquilo que se me pasa y ala! otra, y 1 minuto después, otra más. Me reía y decía: a que este me saca en las noticias por parir en la puerta del hospital. Tu padre me miraba entre esta mujer está loca o está delirando y no sabe lo que dice. Y yo más me reía. Al final vino un celador con silla de ruedas y me llevó a urgencias. Ingresé, me exploraron. 3 centímetros, te quedas. No, no, yo me voy a mi casa y dilato allí y vengo con 7. No, no, que tienes diabetes y a este niño hay que controlarlo... y claro, en cuanto te nombran y me dicen que te puede pasar algo me entra el miedo y me quedo. Pero creo que hice bien en quedarme. Porque la matrona que me atendió, Mercedes, hizo que todo fuese maravilloso. Qué respeto, qué empatía, qué dulzura! Lo primero que me pidió fue el plan de parto; se lo dí y sonreía mientras lo leía. Cuando terminó, me dijo: sabes cómo quieres parir, verdad? Pues vamos a conseguirlo. 
Aquí no hubo nada de lo que hubo en el parto de tu hermano: ni enemas, ni rasurados, ni monitorización interna, ni oxitocina química, ni rotura artificial de bolsa. Pude moverme todo lo que quise pero lo cierto y verdad es que fue sentarme en la pelota, y no moverme de allí más que para ir a hacer pis y cuando me tenían que explorar. El resto de posturas eran insoportables. Y así pasé las horas (porque fueron muchas!), dando botes. Entre medias leía, hablaba con tu padre o por teléfono con tu hermano que se había quedado con Virginia y Guille; o con tu tía que llamaba a ver cómo estaba, o con la nani... Recuerdo esas horas como unas horas divertidas... recuerdo que Mercedes flipaba. Cada vez que entraba me decía: porque veo las contracciones en el monitor, porque no parece que estés de parto. No quería que me explorasen pero después de 6 horas pedí un tacto a ver si la cosa marchaba pero estaba de 6 aún... necesitabas tiempo. Tus latidos sonaban fuertes, constantes pero sabía que, aunque lento, te ibas abriendo camino. Seguimos entre risas, me viene a la mente a papá bailando con aquella bata de papel imitando a Leonardo Dantés... jajaja había momentos que le tenía que decir que parase porque no podía concentrarme en las contracciones... eran cada vez más seguidas y dolían más. Ya se hizo de noche y Mercedes vino para decirnos que su turno terminaba... que le daba mucha pena irse porque le hubiese encantado verte nacer pero que el ritmo, al ser inconstante, podía hacer que durase tanto una hora como cuatro... así que me presentó a Oliver, que sería el matrón que nos ayudaría. Un matrón meticuloso, muy profesional y también muy dulce. Observó todos los parámetros, la gráfica completa de contracciones, los niveles de azúcar y me dió, como Mercedes, todo el tiempo del mundo para parir. Bajamos la luz y llamé a tu hermano por última vez esa noche para darle las buenas noches y decirle que le quería. A esa hora ya los contracciones iban a buen ritmo y dolían. Sentada en la pelota me apoyaba en la cama y cantaba mientras iba subiendo, dando botes para ayudarte a dilatar. Un rato más tarde vino Oliver para decirnos que tu latido no se escuchaba bien. Intentó colocar el monitor pero era irregular. Me cogió de la mano y me dijo: Silvia, tenemos que ver si las aguas están teñidas para que Yago no corra peligro. Me exploró y me dijo que ya estaba casi a término, en 9. Rompió bolsas y ¡menos mal! estaban claras. Tu seguías bien. Ahí terminaste de encajar porque notaba tu cráneo perfectamente en mi pelvis. Oliver nos volvió a dejar solos para seguir haciendo nuestra tarea sin interferencias. Solos papá, tu y yo. Papá me cogía las manos cuando venía una contracción y me masajeaba los riñones. Al poquito le dije: nene, este niño viene ya y llamó. Vino Alicia, porque Oliver estaba atendiendo un parto y no sabía lo que podría tardar. Ella me miró y me dijo que estaba en completa. Me trajo la silla de partos y allí empezó tu tarea más difícil: abrirte paso a través de mis huesos al exterior. Yo te hablaba, te tranquilizaba, te decía que cuando salieras iba a abrazarte fuerte. Empecé a sentirme incómoda en cuclillas. Se lo dije a Alicia y me dijo: quieres probar en la cama? Te la incorporo, quitamos la parte de abajo y te quedas sentada pero tienes una barra para agarrarte y empujar. Y así lo hicimos. Recuerdo vagamente lo que pasó después. Si me recuerdo fuerte, salvaje, bramando, aullando; pero no recuerdo ni a tu padre, ni a Alicia, ni a la auxiliar que había. Yo me metí en mi mundo, conecté contigo y simplemente te ayudé a salir. Hubo un momento en el que quemaba, el aro de fuego que hacía tu presencia aún más cercana y Alicia que me dijo: Silvia, está aquí, tócale la cabeza. En ese momento me vino la lucidez y le pedí que por favor no me hiciera episiotomía por nada del mundo y ya después te toqué. Tu cabecita. Ay mi amor, cómo lloré. Era blandita, húmeda, muy suave. Le pregunté a tu padre: ¿Es rubio? Y me dice: ¡qué va, menuda mata de pelo negro que tiene! Y le contesté: entonces no es el niño de mi sueño. Empujar, quería empujar. Alicia me pidió que respirase, despacio y fuese empujando controlando con la respiración. Una, dos, tres... tu cabeza estaba fuera pero eras taaan grande, que tus hombros se encajaron. Seguí respirando, empujando, respirando, controlando.... un empujón más y saliste de mi. Saliste a la vida gritando. Enseguida te pusieron encima y te miré, me miraste... y simplemente, me enamoré. Lloraba, reía, te besaba, te abrazaba, miraba a papá que te miraba embobado, me besaba y yo vuelta a besarte. ¡Qué bonito eras! Y eres, eh? ;o) Te hicieron el apgar encima, 9/10 y vino al ratito la pediatra a observarte porque al ser tan grande, había que controlar que todo estuviese bien. Te puso a mi lado y lo hizo todo sin yo perderte de vista. Estabas perfecto! Y volviste a mis brazos para no separarte ya nunca más. A los 15 minutos alumbré. Una placenta grande y perfecta. Tu alimento durante estos últimos 9 meses. No sé cuánto tiempo pasó hasta que nos subieron a planta. Al ratito vino Alicia con Oliver para felicitarme y conocerte. Alicia hasta me dió las gracias por un parto tan bonito... ¡con un bebé tan grande! 4.810 kilos; 53.5 cms. Sin epidural, sin episiotomía. Demostrando una vez más que la naturaleza es sabia y me había dado la capacidad para parirte sin oxitocina, sin episiotomía, sin prisas. Que tu hermano nació en 3 horas y tu necesitaste muchísimas más. Pero viniste al mundo como ojalá pudieran venir todos los niños. 
Mi amor, ¡ya tienes un añito! Gracias por elegirnos como padres. Gracias por darme la oportunidad de formar parte de tu vida. Te deseo sólo lo mejor de esta vida. Yo, por mi parte, espero poder estar siempre en tu camino para ayudarte cuando tropieces, cuando necesites un hombro, pero ahora vamos a disfrutarte. Te vivo cada día y te disfruto. Eres, junto con tu hermano, el 2º regalo más maravilloso que me hace la vida. 

¡Feliz cumpleaños pescaito! Te queremos un montón!!! ♥♥♥

¡Ah! Y sabes qué? Si eres el niño de mi sueño porque aquella mata de pelo negra que tenías al nacer... se ha convertido en una melenita medio rubia y con rizos que parecen serán tirabuzones! 

domingo, 8 de abril de 2012

Hacía tiempo que no me sentía tan bien

en casa de mis padres.

La verdad es que mi historia paterno-filial es larga y ahora es tarde como para contarla pero es una tarea pendiente que tengo.

Una de las razones por la que me vine de Madrid de nuevo a mi tan amada tierra era porque tenía la necesidad, ya con mi familia creada, de hacer tribu. 11 años fuera de casa eran demasiados. 11 años que sirvieron, o eso pensaba, a tener una relación estrecha con mi madre. Una, creía, auténtica relación de amistad. Pero 2 meses viviendo juntas dieron al traste con todo eso. No veía que tratase a mis hijos con amor. No veía, ni sentía, que me tratase a mi con amor. Se que cuando vine Yago era muy pequeño y necesitaba de mi 24 horas y no podía ayudar en casa todo lo que me gustaría pero eso no justifica para que pareciese que mi hijo no existía. Y es que notaba un cambio brutal entre cómo se comportaban con mi sobrina y cómo lo hacían con mis hijos... Si la niña dormía, nadie podía hacer ruido; pero si dormía mi bebé... si la niña gritaba la justificaban con "es que es una niña". Yo miraba a mis hijos y decía: ah! pensaba que yo tenía dos aliens. Las fotos, siempre con la niña... mis hijos parecían hijos de una extraña. Siempre molestaban, siempre estaban en el sitio menos oportuno. Y conmigo, tres tantos de lo mismo pero lo que me hicieran a mi me daba igual, pero a mis niños.... ¡buffff! me llevaban los demonios.

Una noche tuvimos una discusión increíble sólo porque me dejé una puerta abierta por la noche... y a las 00.15 de la noche terminamos mi chico, mis niños y yo, caminando hacia el pueblo a casa de mi hermana... no nos querían allí, no nos íbamos a quedar. Pasamos una semana en casa de mi hermana; posiblemente la peor semana de mi vida porque nos íbamos a volver a Madrid y yo no quería. Me había costado tanto volver que tener que marcharme dos meses más tarde... tanta ilusión puesta, tantas esperanzas... lloré... buffff lo que lloré. Estuve a punto de romper a mi familia en pedazos... tengo la suerte de tener a un hombre bueno a mi lado, a un hombre magnífico que supo escucharme y comprenderme aunque con el tiempo tuve que darle la razón en tantas y tantas cosas!!! Al final nos quedamos... deprisa y corriendo buscamos un pisito de alquiler en el centro del pueblo y unos meses más tarde encontramos la casita en la que vivimos ahora, en el campo, con una pequeña terracita y unos pequeños jardincitos en la que estamos formando nuestro hogar y donde nos sentimos a gusto.

Con mis padres hablamos... bueno, más bien hablé yo. Nos dijimos muchas cosas que duelen... salió mucho dolor, mucha rabia pero poco a poco todo fue siguiendo su cauce. Claro que la relación no volvió a ser igual... siempre con pies de plomo, sintiéndome extraña en la que siempre fue mi casa. Un día, por una tontería estallé y le dije a mi madre cómo me sentía, cómo me hacía sentir ella. Le dije que ya estaba harta de ser "la que siempre daba problemas", la que tenía que medir siempre las palabras, que estaba harta de no poder ser yo misma y que si no le gustaba como soy, pues que ajo y agua pero es lo que hay; le dije que a mis hijos los trata de otra manera y que eso no lo iba a consentir más y le dije todo lo que tenía dentro guardado durante muchos años, durante los años en los que viví con ellos antes de irme a Madrid. Me dejé mucho porque estaba muy dolida y no quería hacer daño; le dije que necesitaba tiempo para decirle todo lo que sentía, para decírselo sin acritud. Esa es mi mochila. La relación con mi madre. Imagino que algún día tendré el coraje de sentarme y escribirlo todo. Algún día... Aún no estoy lista, pero se que lo estaré.

Después de esa conversación la cosa cambió. Ahora siento que trata a todos los nietos por igual, que a mi me trata de otra manera y ahora vuelvo a sentir, cuando estoy en su casa, como si estuviese en la mía. Si llego a saberlo, hubiese hablado esto mucho antes. Pero bueno, quizás era como tenía que ser, ni más ni menos.

miércoles, 4 de abril de 2012

Te echo de menos

Y eso que sólo hace unas horas que te has ido pero me duele tenerte lejos. Se que es maravilloso que estés con tu padre pero egoistamente me cuesta que no estés, que no me des las buenas noches, que no me chinches, que no me mires con esos ojos grandes de ángel. Realmente no estás tan lejos porque te tengo presente a todas horas pero es tu olor, sobre todo, lo que echo de menos. No poder meter mi nariz en tu cuello y olerte. Ayyy mi pequeño niño lindo... pásatelo en grande, disfruta, sé feliz... y haz feliz, con tu presencia, a todos los que te rodean. 

Contando estoy las horas para que sea martes de nuevo. 

lunes, 2 de abril de 2012

A pasos de gigante

¡Así es como estás creciendo Yago! El día que tu hermano cumplía 7 años, decidiste que ya te bajabas tu solo de la cama. Te acercaste al borde, te diste la vuelta, un pie, luego el otro, te dejaste resbalar, me miraste, sonreíste con esa sonrisa tuya que me quita el aliento y te fuiste gateando; bajaste el escalón del dormitorio, volviste a mirar para comprobar que seguía boquiabierta y ¡ale! hasta luegoooooo.
3 días más tarde sale tu 7º diente... hace 3 tardes decidiste que también te subías solo al sillón y ayer, para despedir el mes de Marzo, diste tus 3 primeros pasitos mientras yo, atónita, no daba crédito. ¿Porqué quieres crecer tan rápido? Yo quiero que te quedes así siempre angelito! Con tus rubios rizos locos, tus carcajadas al aire, tus miradas picaras, cómplices. 
He empezado contigo también a signar hace como unos 10 días... y de repente me signas "comer" y tu flipas cuando te doy algo de comer... signas perro, gato (y cuando oyes gato, también maullas - eres la caña) y vas señalando con tu dedo regordete todo lo que quieres. Oyes música y te pones a dar brincos como un pajarillo que está aprendiendo a volar.
Hoy querías ver flores y me señalabas todo el rato la puerta para salir al jardín y en cuanto abría la puerta tu sonrisa lo decía todo: !Mamá, me entiendes!
Para, por favor, para ya! Para de crecer (al menos hazme caso tu porque tu hermano no me hace ni media y cada día está mas mayor!!!) y quédate así como estás, como un bollito de jenjibre y canela. ¡Qué bocao tienes Yago! Te quiero amor! ♥

sábado, 24 de marzo de 2012

Siete años más tarde....

es tiempo más que suficiente para escribir cómo llegaste a este mundo. Ojalá pequeño mío, hubiese sabido entonces todo lo que sé ahora. Ojalá hubiese tenido más información, mi niño bonito.  Y lo cierto es que, mañana hará siete años, yo pensé que tuve un parto maravilloso... no podía estar más equivocada. Es verdad que no fue ni será el peor, pero podría haber sido mucho mejor. Hace siete años a estas horas te ibas abriendo camino. Tenías prisa por estar aquí; te adelantaste unas cuantas semanas pero estaba preparada para tenerte entre mis brazos. Tenía tantas ganas de verte! Llevaba mucho tiempo tocándote, yo no paraba de acariciarte a través de mi barriga pero ya necesitaba tocar tu piel, olerte, verte la carita; reafirmar, como sabía, que eras perfecto. Hoy por la mañana, hace siete años, me desperté con contracciones leves, muy flojas. Lo primero que hice nada más despertar fue llamar a tu abuela para decirle que ya venías. Nosotros vivíamos en Madrid y ella estaba en Canarias así que tenía un largo camino por delante. Recuerdo que me duché, desayuné y salí a hacer recados. Fui al banco, al super, a Correos. Disfrutaba de ese comienzo de primavera paseando bajo un tímido sol que quería calentar. Recuerdo que estaba feliz. No estaba nerviosa. Sabía que todo iba a ir bien. Cuando terminé los recados, volví a casa y preparé algo de comer. Las contracciones iban y venían, fluián plácidamente. Me tumbé un rato en el sofá y me quedé dormida. Me despertó el teléfono. Era la abuela, venía en el último vuelo y llegaba a las 00.30h. Le dije que las contracciones iban aumentando y que si se aceleraban y yo ingresaba antes, se cogiera un taxi hasta el hospital. Poco a poco notaba cómo te ibas abriendo camino; cada contracción me acercaba un poco más a ti. Fueron pasando las horas y preparé la ropa que me iba a llevar al hospital. Todo el mundo me decía que tenía que tenerlo todo preparado por si tenía que salir corriendo, pero mi subconsciente me decía que iba a tener tiempo de sobra así que no me preocupé. Pasaron las 10, las 11... y a las 00.00 me fui al aeropuerto a recoger a la abuela. Según salió me dijo: "Qué cara de parir que tienes!" y nos fuimos tranquilamente a casa. La cosa es que fue llegar a casa y ¡boom! te entraron unas prisas increíbles. Una contracción detrás de otra y esas sí que dolían. Recuerdo columpiarme en los taburetes de la cocina... venían cada 7, cada 5, cada 4 minutos... no eran demasiado rítmicas. Recuerdo que tu padre se fue a la cama; le dije que descansara que podría ser largo... o no. Eran ya las 3.30 de la mañana más o menos cuando empezaste con un ritmo constante; durante un rato marcabas cada 6 minutos... y de repente llevaba más de una hora que venían cada 5, así que desperté a tu padre y nos fuimos al hospital. Por el camino se pararon y me dieron ganas de que nos diésemos la vuelta. Recuerdo que hacía frío y empezaba a lloviznar. Estábamos ya tan cerca que acordamos pasarnos y si era una falsa alarma, volvernos a casa. Serían sobre las 5.15 cuando entramos. Sin ningún tipo de tacto y sin hablar conmigo, me exploraron y me dijeron: "Estás de 3 cms, te ingresamos." Vino un celador con silla de ruedas y le dije que gracias, pero que iba andando, que sentaba estaba incómoda. Me llevó hasta el paritorio, me dieron un camisón y me dijeron que me cambiase. Al rato viene una enfermera y me puso un enema. Yo no dije nada pensando que estaban haciendo lo que tenían que hacer. Nadie preguntó si quería o no el enema; así como nadie preguntó si quería o no que me afeitasen; si quería o no oxitocina quñimica; si quería monitorizarme; si quería rotura de bolsas. Yo, desinformada... ellas autómatas siguiendo un protocolo absurdo. Cariño mío, si yo hubiese sabido lo que se hoy, cómo hubiese cambiado todo. Pero continúo. Vino una enfermera con un papel: el consentimiento para ponerme la epidural. Le dije que no quería epi. Me miró con cara: "Bufff, una de estas locas hippies"; a la media hora volvió con el mismo papel y mi respuesta fue la misma y aun así, hubo un tercer intento pero aquí ya su respuesta fue: "Verás como ahora si que la pides a gritos" y metío algo en el gotero. Ese algo fue más oxitocina mi niño. De repente te volviste loco y ¡boom, boom, boom!, una contracción tras otra. Dolía. Dolía tanto que me retorcía. Estaba postrada en una cama y mi cuerpo me pedía moverme pero no podía porque te habían monitorizado internamente. Hubo un momento en el que le dije a tu padre: "No aguanto, diles que me pongan la epidural" Sentía como si dos hombres me estuviesen agarrando la pelvis y tirando de ella hacia fuera. Yo te hablaba (cuando me dejaba la contracción) y te decía que no tuvieras prisa, que te tomaras tu tiempo pero es que no eras tu el que marcaba el ritmo; era algo externo, algo químico. Que rabia me da aún hoy cuando lo pienso!! Me exploraron cuando dijimos lo de la epi, y me dijeron: "Niña, estás de 9. Empujando dilatamos el último." ¿Dilatamos? Me dieron ganas de decirle de todo... cachoperra era lo más amoroso que se me ocurría, pero yo quería estar conectada contigo; sentir tu llegada y que mi cuerpo te abrazase por última vez para ya hacerlo el resto de tu vida en mis brazos. Empujé mi amor, como no lo había hecho nunca antes. Entré en el planeta parto y yo no escuchaba más que mis bramidos que salían de mi parte más salvaje y te sentía... ¡cómo te sentía! Estaba viviendo el momento más bonito de mi vida. Sentí el aro de fuego y sentí el corte de la episiotomía. Noté cómo cortaban mis músculos del periné y me dolía más eso que las contracciones. Cada vez que pujaba, sentía alivio. Eso no me dolía. Era incluso placentero. Me gustó mucho parirte amor, lo disfruté como nunca antes había disfrutado nada. Después de la episiotomía, en 2 pujos más saliste y te pusieron sobre mi tripa. Estabas tranquilo, con esos ojos de ángel recién llegado a la tierra bien abiertos. Buscaste mis ojos y me miraste. Te reconocí. Sabía que ibas a ser así. Perfecto. Tenías todo en su sitio. Receurdo que lloraba y te besaba; me reía y volvía a llorar. Te amaba, pero te amaba más de lo que pensé que te iba a amar porque ya lo hacía cuando estabas en la tripa pero verte fue... un flechazo.
Y tu llegada no fue sólo esto; fue descubrir un mundo y vivir una experiencia mágica. Tu llegada fue descubrir que llevarte encima como un canguro era lo más bonito del mundo; descubrir que dar la teta más allá de lo "normal" era maravilloso y mágico; descubrir que dormir contigo cerquita era lo más. Me abriste los ojos a una maravillosa manera de ver el mundo y me enseñaste (¡y me enseñas todavía) tantas cosas increíbles.
Mi niño bonito... he tardado 7 años en escribir tu llegada al mundo pero la tengo tan grabada en mi corazón, que no olvidaría ni un detalle.
Hoy envuelvo los regalos que se que te van a hacer (estas son tus palabras) "mogollón de ilusión"; mañana hará siete años que tu me hiciste el mejor regalo del mundo.

♥ Te quiero bomboncito de chocolate! ♥

viernes, 24 de febrero de 2012

Eres un ángel

No dejas nunca de sorprenderme Ethan (y espero que nunca lo hagas). Hoy me levanté echa polvo (Yago lleva unas noches que no me deja descansar y para más inri estas dos últimas hemos tenido jarana) y perdí los nervios con tu lentitud mañanera y te grité cuando no tienes culpa de mi mal humor. Cuando saliste del colegio e íbamos caminando hacia casa, te perdí perdón y te expliqué los motivos por los que, injustificadamente, cargué mi frustración, cansancio, mal humor contigo. Tu me miraste, me pediste que pararas y me diste un gran abrazo diciéndome: "Mamá, no tienes que pedir perdón porque eres la mejor mami del mundo". No te bastó con darme un abrazo sin más. Tu sabías que yo necesitaba ese abrazo, siendo consciente, sabiendo que me lo dabas tu, mi pequeño niño azul. Me puse a llorar pero te dije: amor, son lágrimas de felicidad y tu sonreíste satisfecho y seguimos andando, cogidos de la mano, mientras tu hermano, atado a mi espalda, nos amenizaba el camino cantando. Estos momentos mi amor, son únicos y por eso lo escribo, para no olvidarlos porque con mi memoria de pez ya sabes...
Mañana vamos a aprender cómo darte masajes. Ya lo hice con tu hermano y, aunque el aún no se deja, quiero aprender a dártelos a ti. Seguro que lo pasaremos genial en Villa Maravilla.

Yago, amor, ya tienes 10 meses!! Estás guapo, simpático, travieso, risueño con una sonrisa que me vuelve loca y unas carcajadas que iluminan mi alma entera. Copias todo como un mono: cuando digo "¡Ay Dios! te llevas las manos a la cabeza, coges el peine y te peinas tu solo, nos llamas y tus palmas palmitas son ya casi perfectas. Llevas unos días que te revuelves muchísimo por las noches y pasas horas con la teta en la boca y eso repercute directamente en el tamaño de mis ojeras (esto te lo haré pagar con cremas antipatadegallo cuando seas mayor ;o) pero también ya me dejas vestirte y desvestirte sin tantos retorcimientos que mi espalda te agradece en el alma. Pasamos muchas horas pegaditos -sobre todo a la espalda- y ya te estás empezando a dar cuenta que eres una personita independiente de mi y por eso cada vez que te dejo con papá lloras porque quieres volver a mis brazos dejándome hacer poco o nada de lo que tengo que hacer, pero como de eso tu no tienes culpa, te doy lo que necesitas que es mi calor, mi presencia, mis caricias y besos.
Mis niños... les quiero tanto, tanto, tanto

sábado, 28 de enero de 2012

Ya iba siendo hora!!

Por fin! Hace tanto que no escribo que no sé ya ni por donde empezar. Han pasado tantas cosas en estos meses.. bufff!!!
Ethan ha empezado su nuevo cole y poco a poco ya está integrándose en su nuevo grupo de amigos; se le han caido ya las dos paletas de arriba y hemos tenido que empastarle su primera muela; tiene un vocabulario increíblemente rico para su edad y ha descubierto el placer de la lectura de "libros de mayores" (con más letras que dibujos); hemos pasado unas navidades preciosas (posiblemente las últimas en las que cree en los reyes magos) y su inocencia sigue siendo tan pura y su corazón tan limpio y grande.
Yago es ya toda una personita autónoma: corre gateando que se las pela y ya se hace entender perfectamente. Su hobby favorito es sacar todo de los armarios de la cocina y mirar con cara de pillo diciendo: mamiiii, ahora te toca recogerlo. Ya se separa de mi explorando sitios de la casa sin que esté yo delante y ya no se va tan fácilmente con extraños. Sigue todo el día con papá y mamá en la boca aunque el otro día se soltó con un "agua" y mantiene sus conversaciones ta-ta-ta, da-da-da con todo lo que encuentra delante.
Por nuestra parte, de agosto a ahora hemos vivido dos mudanzas y ahora vivimos en una casita en medio del campo, un paraje precioso, sin ruidos y con un patio donde comemos al aire libre siempre que el tiempo lo permite. Esta última mudanza me ha hecho darme cuenta de muchas cosas, de que perdía mucho tiempo de estar con mis chicos, que COOLeTeS absorbía más tiempo del que disponía y pasaba demasiadas horas contestando correos, viendo el facebook y explorando por ahí. Así que ahora estoy más relajada y disfruto del día a día, de mis niños, de mi pareja y de mi misma.
¡Ah! Me han diagnosticado diabetes finalmente. Por suerte del tipo II (no insulinodependiente) y gracias a un cambio de medicación, mis niveles ahora son normales porque no bajaban nunca de 200. Llevo como unos 7 kilos bajados y camino más de 40 min diarios. Subo todos los días a buscar a Ethan al colegio (Con Yago a la espalda) y eso supone subir un barranco, seguir medio pueblo cuesta arriba y volver a bajar todo eso. Y la verdad es que me siento genial; de hecho hoy, que ha llovido y hacía mucho frío no he salido, y lo echo de menos! Sólo espero que, como me dijo la doc, que con dieta y ejercicio termine por eliminar la medicación y no tener que estar dependiendo de pastillas.
Se quedan muchas cosas atrás y, aunque sé que no voy a escribir cada día, no quiero dejar de hacerlo de vez en cuando para que no se me olviden las cosas, que con mi cabeza con memoria de pez, es lo que suele ocurrir. :oD